Todo en todas partes a la vez perfecciona el nihilismo optimista

Ke Huy Quan Jamie Lee Curtis Michelle Yeoh en un fotograma de producción de Everything Everywhere All At Once Curtis se...

En 2012, la legendaria cuenta de Twitter @horse_ebooks tuiteó: "Todo pasa demasiado". A pesar de rozar el sinsentido, el mensaje captaba singularmente la sensación de agotamiento que supone intentar seguir el ritmo de la avalancha de inputs que exigen atención cada día. Es en este lugar de caótica resignación donde Everything Everywhere All at Once interviene para ofrecer claridad.

Everything Everywhere, lo último del dúo de directores conocido como Daniels (Swiss Army Man), se centra en Evelyn (interpretada en docenas de encarnaciones por Michelle Yeoh), una mujer que sólo intenta declarar sus impuestos para mantener en funcionamiento la lavandería que posee con su marido, Waymond (Ke Huy Quan). Su hija, Joy (Stephanie Hsu), quiere llevar a su novia a la fiesta de cumpleaños del anciano padre de Evelyn (James Hong), que está chapado a la antigua y no aprobará su relación. Mientras tanto, Waymond lucha por encontrar el espacio para decirle a Evelyn que quiere el divorcio. Está narrada de forma frenética, pero también se desarrolla como una historia perfectamente relatable sobre el caos de la vida y la sensación de ser arrastrado en mil direcciones a la vez. Y entonces se abre el multiverso.

Las historias sobre multiversos son innumerables en la cultura popular. Prueba de ello es el Universo Cinematográfico Marvel. (Irónicamente, Daniels -Daniel Kwan y Daniel Scheinert- rechazaron la oportunidad de trabajar en Loki, que trataba en profundidad las posibilidades multiversales). Pero rara vez se exploran con tanta profundidad y sentido como en Everything Everywhere. La incursión de Evelyn en su multiverso le da perspectiva, la oportunidad de reconciliar su aburrido trabajo, su quejoso marido y su problemática hija con versiones de su vida en las que es chef de hibachi, estrella de cine y, en un giro, una roca literal. A partes iguales búsqueda del alma y ciencia ficción, la película de Kwan y Scheinert lleva todo esto a sus extremos emocionales y lógicos. Pero en lugar de llegar a una conclusión nihilista, plantea una cuestión más optimista: Si no hay reglas ni consecuencias, ¿por qué no volverse loco?

El absurdo recorre todas las escenas. Navegar por el multiverso implica realizar acciones tontas y aleatorias, como comer bálsamo labial o aceptar un premio, y cada vez que Evelyn o un miembro de su familia toma una decisión, otra línea temporal se bifurca. La cuestión es que decisiones aparentemente pequeñas o intrascendentes pueden conducir a resultados radicalmente distintos. A lo largo de Everything Everywhere, los personajes realizan acciones ridículas para conseguir nuevas habilidades, pero al final son las minúsculas e improbables las que acaban cambiando el curso de la fiesta que Evelyn organiza para su padre;

Al principio, es fácil ver por qué Evelyn está frustrada con su trabajo, su marido, su hija. Pero después de ver las muchas formas en que sus vidas podrían haberse desarrollado, las innumerables posibilidades de lo que podrían haber llegado a ser, surge una verdad más profunda. Si nada importa, entonces lo único que puede importar es lo que tú elijas. El multiverso puede contener una cantidad infinita de dolor y angustia, pero también contiene una cantidad infinita de creatividad, pasión, belleza y conexión;

A través de esa lente, el cinismo se reduce a una elección más. No es ingenuo ni ignorante elegir valorar los pequeños momentos, los pequeños actos de bondad. En un mundo en el que tantas cosas pueden parecer insignificantes, elegir la crueldad o la desesperanza no tiene más valor que optar por la bondad y la empatía. En todo caso, elegir la destrucción sólo acelera la entropía.

Everything Everywhere no sólo rechaza el cinismo, sino que lo refuta. Y ese podría ser su valor más definitorio. La película toma el concepto de un multiverso infinito -y, por extensión, la vasta y abrumadora naturaleza de nuestras propias experiencias- y lo examina de forma crítica y compasiva. A veces, literalmente, mira al vacío y no pestañea mientras el vacío le devuelve la mirada.

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